viernes, 5 de marzo de 2010

La mitad de un año

Llevo aquí la mitad de un año
La lluvia se me ha adherido a la piel
Ya no sé si viajo o estoy

Llevo aquí la mitad de un año
Ya no me detengo en los puentes
El idioma se ha impregnado en mi garganta

Llevo aquí la mitad de un año
Estoy empezando a temer
que la acuosidad me fagocite.

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martes, 13 de octubre de 2009

La vida en zigzag

En la infancia jugaba con una niña vecina que ya decía que quería ser pediatra. Hoy lo es. Siempre he envidiado a quienes tienen muy claro qué quieren hacer y hacia donde va su vida. Años y años me molestó mi falta de claridad, el ir cambiando de ideas, el descubrir nuevos intereses que me alejaban del anterior. Sufría por ello, bueno en realidad no sé si sufría, pero en algún punto me parecía que mi forma estaba mal y la de la vecinita que desde la infancia sabía que quería ser pediatra y dirigió toda su vida directo y sin rodeos hacia la pediatría era lo que estaba bien, lo que se consideraría normal, la forma en que todos estábamos naturalmente preparados para actuar, menos yo.

Hasta que una vez me encontré con una mujer que cuando le mencioné esta situación me dijo:
Hay gente que transita por la vida en línea recta y otros lo hacemos en zigzag. Una forma no es ni mejor ni peor que la otra, depende de cómo somos, de cual sea nuestra forma natural de encontrar el camino.

Me sentí feliz, normal, identificada con esta mujer que también se asumía en zigzag. Yo era una más de un gran grupo tan válido como el de la vecinita.
Mientras escribo esto, me río de mi misma porque me tranquilizó el poder ser “clasificada” en una “categoría”.
Pero el concepto me sirvió y desde ese día voy alegremente en zigzag por la vida.

lunes, 5 de octubre de 2009

La Negra

Murió una mujer que cantaba, entre otras cosas, los versos de otra mujer: “Gracias a la vida, que me ha dado tanto…”

Deja un montón de momentos de alegría. Se me vienen encima los recuerdos. Y sonrío… Y me pongo a cantar.

Gracias Mercedes Sosa.

viernes, 2 de octubre de 2009

Expectativas

Imaginemos que practico un arte marcial regularmente desde hace un tiempo. Imaginemos también que un día aparece una persona nueva en las clases (desde aquí en más La Nueva). Pues ahora supongamos que en su primer día, cuando todavía no han pasado ni veinte minutos, La Nueva comenta que no logra hacer del todo bien un ejercicio y que eso la frustra.
Ahora representemos en nuestra mente la siguiente escena:
Vestuario de mujeres una vez terminada la clase.
La Nueva: - Estoy deprimida, no aprendí nada. Siento que no avanzo.
Las demás: - ……
La Nueva: - No entiendo por qué no me sale la técnica.
Una de las demás: -…¿no será porque sólo llevas una hora dedicándote a esto?

No la vimos más. Hace unos días nos enteramos que al darse de baja argumentó que en ese sitio no se aprendía nada.

Creo que nunca me había topado con un caso tan impertinente de búsqueda de gratificación inmediata.
Y yo que pensé que existía algo llamado proceso de aprendizaje… y que en la mayoría de casos, se trate de lo que se trate, requiere tiempo, esfuerzo, mucha práctica y paciencia.

lunes, 28 de septiembre de 2009

De primavera y geografía

Hace unos días empezó la primavera. Bueno, en medio mundo empezó el otoño. En la ciudad donde vivo empezó el otoño. Pero para mí, esté donde esté, septiembre es primavera. Cosas de costumbre. Es como si fuera una asociación libre de palabras que más que libre pasó a ser automática: septiembre = primavera.
En algún momento en ese período que oscila entre infancia y adolescencia alguien me regaló un globo terráqueo. Era muy bonito. Con luz interior. En ese esférico territorio podían verse mares y montañas que se transformaban en países limitados por bien delineadas fronteras sólo con que uno encendiera la luz. La luz que tenía en el interior el globo en cuestión, se entiende. Y de tanto interés por la geografía y por la división del mundo en países, un día la luz interna de mi globo dejó de funcionar.
Para cambiar la bombilla, foco o lamparita, llámese como se llame a gusto del lector, había que quitar la esfera terrestre de su inclinado eje de plástico. Terminada la tarea y dispuesta a iluminar el mundo otra vez me disponía a volver a colocar a la tierra en su eje y entonces la puse al revés. No vayan a creer ustedes que fue una equivocación. No, no. Fue un acto voluntario. El único inconveniente era que las letras quedaban cabeza abajo. Pero no se imaginan la mejora de mi musculatura cervical al no tener que adoptar una postura de contorsionista cada vez que deseaba buscar mi lugar en el mundo. Porque si el universo no tiene arriba ni abajo, yo podía decidir que el arriba de mi mundo era la parte en que yo vivía. Ahora, como vivo del otro lado, tendría que darlo vuelta otra vez. Y nótese que no digo “ponerlo al derecho” sino ponerlo de forma que para encontrarme no sea necesario quebrarme el cuello.