En la infancia jugaba con una niña vecina que ya decía que quería ser pediatra. Hoy lo es. Siempre he envidiado a quienes tienen muy claro qué quieren hacer y hacia donde va su vida. Años y años me molestó mi falta de claridad, el ir cambiando de ideas, el descubrir nuevos intereses que me alejaban del anterior. Sufría por ello, bueno en realidad no sé si sufría, pero en algún punto me parecía que mi forma estaba mal y la de la vecinita que desde la infancia sabía que quería ser pediatra y dirigió toda su vida directo y sin rodeos hacia la pediatría era lo que estaba bien, lo que se consideraría normal, la forma en que todos estábamos naturalmente preparados para actuar, menos yo.
Hasta que una vez me encontré con una mujer que cuando le mencioné esta situación me dijo:
Hay gente que transita por la vida en línea recta y otros lo hacemos en zigzag. Una forma no es ni mejor ni peor que la otra, depende de cómo somos, de cual sea nuestra forma natural de encontrar el camino.
Me sentí feliz, normal, identificada con esta mujer que también se asumía en zigzag. Yo era una más de un gran grupo tan válido como el de la vecinita.
Mientras escribo esto, me río de mi misma porque me tranquilizó el poder ser “clasificada” en una “categoría”.
Pero el concepto me sirvió y desde ese día voy alegremente en zigzag por la vida.
Hasta que una vez me encontré con una mujer que cuando le mencioné esta situación me dijo:
Hay gente que transita por la vida en línea recta y otros lo hacemos en zigzag. Una forma no es ni mejor ni peor que la otra, depende de cómo somos, de cual sea nuestra forma natural de encontrar el camino.
Me sentí feliz, normal, identificada con esta mujer que también se asumía en zigzag. Yo era una más de un gran grupo tan válido como el de la vecinita.
Mientras escribo esto, me río de mi misma porque me tranquilizó el poder ser “clasificada” en una “categoría”.
Pero el concepto me sirvió y desde ese día voy alegremente en zigzag por la vida.